Llevaba una hora sentada en la biblioteca. Simulaba estudiar, pero cada vez que intentaba beber un sorbo de café, sus manos temblorosas la delataban. Ya casi no podía respirar, la ansiedad la estaba ahogando. Habían pasado ya más de 15 años...
Sostenía apenas el libro entre sus manos sudorosas, pero apretaba con fuerza, pues no quería que se cayera... menos aún derramar el café en la mesa.
Cuando pudo abrir el texto eran ya las 18:50. Rápidamente, posó su vista sobre la primera hoja y simuló leer, leer, leer.... Fueron más de 50 páginas que recorrió velozmente aparentando entender, a ratos, incluso se detenía para tomar notas...
Desde afuera, la escena parecía normal, sin embargo, ella sabía que todo era una excusa.
De pronto, su mirada se detuvo en seco al chocar con aquella palabra. Luego, vino un vacío eterno que se llenó poco a poco a medida que leía en silencio y sin parar, más de cien veces la misma palabra. Volvió a tomar aire....
No supo cuándo fue que cerró los ojos para descansar, para soñar.... "Pero no... no puedo soñar.. menos aún recordar...” se decía.
El resto del texto ya casi no importaba y los falsos apuntes se transformaron en dibujos sin sentido que taparon cualquier intento de estudio... de olvido.
Se negaba a abrir los ojos, mientras sus manos sobre su cara permanecían heladas de tanto dolor. No quería mirar el número de la página en que aquella palabra había sido escrita.
“No puede ser, no puede ser...” repetía mientras entre sus dedos aparecía lentamente la figura de aquél número... 55...
“No podía ser de otra manera” pensó resignada. Luego, volvió a mirar el texto y leyó nuevamente la palabra “AMAPOLA”, aquél bello nombre de flor, que alguna vez significó mucho más que eso.... no pudo evitar llorar.
Lloraba en silencio para que nadie se enterara de su dolor, de su error, de su secreto. Cuando quedó sin lágrimas, tomó aire, se incorporó en la silla, bebió un poco de café y dijo en voz alta “Debe ser sólo una coincidencia...” pero ni ella ni el anciano que estaba a su lado, creyeron aquella afirmación.
“Las coincidencias no existen ‘mijita’” se limitó a responder el anciano, mientras ella recordó aquella frase: “Es el destino...”
De pronto, su vida cambiaba por un número, por una palabra.... y las posibilidades volvían a ser insoportables. “¿Dónde estará?” “Quizás es sólo coincidencia”, se repetía en silencio intentando acallar los sentimientos y calmar su corazón que a esas alturas parecía querer volar hacia el pasado...
Sostenía apenas el libro entre sus manos sudorosas, pero apretaba con fuerza, pues no quería que se cayera... menos aún derramar el café en la mesa.
Cuando pudo abrir el texto eran ya las 18:50. Rápidamente, posó su vista sobre la primera hoja y simuló leer, leer, leer.... Fueron más de 50 páginas que recorrió velozmente aparentando entender, a ratos, incluso se detenía para tomar notas...
Desde afuera, la escena parecía normal, sin embargo, ella sabía que todo era una excusa.
De pronto, su mirada se detuvo en seco al chocar con aquella palabra. Luego, vino un vacío eterno que se llenó poco a poco a medida que leía en silencio y sin parar, más de cien veces la misma palabra. Volvió a tomar aire....
No supo cuándo fue que cerró los ojos para descansar, para soñar.... "Pero no... no puedo soñar.. menos aún recordar...” se decía.
El resto del texto ya casi no importaba y los falsos apuntes se transformaron en dibujos sin sentido que taparon cualquier intento de estudio... de olvido.
Se negaba a abrir los ojos, mientras sus manos sobre su cara permanecían heladas de tanto dolor. No quería mirar el número de la página en que aquella palabra había sido escrita.
“No puede ser, no puede ser...” repetía mientras entre sus dedos aparecía lentamente la figura de aquél número... 55...
“No podía ser de otra manera” pensó resignada. Luego, volvió a mirar el texto y leyó nuevamente la palabra “AMAPOLA”, aquél bello nombre de flor, que alguna vez significó mucho más que eso.... no pudo evitar llorar.
Lloraba en silencio para que nadie se enterara de su dolor, de su error, de su secreto. Cuando quedó sin lágrimas, tomó aire, se incorporó en la silla, bebió un poco de café y dijo en voz alta “Debe ser sólo una coincidencia...” pero ni ella ni el anciano que estaba a su lado, creyeron aquella afirmación.
“Las coincidencias no existen ‘mijita’” se limitó a responder el anciano, mientras ella recordó aquella frase: “Es el destino...”
De pronto, su vida cambiaba por un número, por una palabra.... y las posibilidades volvían a ser insoportables. “¿Dónde estará?” “Quizás es sólo coincidencia”, se repetía en silencio intentando acallar los sentimientos y calmar su corazón que a esas alturas parecía querer volar hacia el pasado...
Intentaba razonar, pero la palabra “AMAPOLA” y el número de la hoja "55", se marcaban a fuego en su memoria, inmovilizándola, abatiéndola sobre el texto y haciéndola creer que estaba viviendo una ficción, una leyenda, quizás una vida equivocada.
¿Cómo era posible que él, irrumpiera sin aviso en su vida, cumpliendo ahora su promesa?
Cuando le dijo no le creyó...
... Escribir un libro para ella, cuyo título fuera la misma palabra que ahora encontraba en la página 55... era parte del sueño, del juego, del pasado, de lo imposible.
Eran las 21:00 horas cuando cerró el texto, suspiró largamente, bebió el último sorbo de café ya helado y se retiró de la biblioteca. Caminó despacio por el parque, entendiendo que desde ahora estaba condenada a ser sólo ella, quien en silencio, entendiera el verdadero significado de ese texto que estaba siendo éxito de ventas en todo el país.
No sabía qué hacer, las librerías estaban cerradas y necesitaba comprar un regalo, esa noche celebrarían 10 años juntos. No podía llegar sin regalo, no podía tampoco explicarle que en la mañana, su intención era regalarle el libro AMAPOLA, pero que ahora ya no estaba tan segura...
Eran las 21:00 horas cuando cerró el texto, suspiró largamente, bebió el último sorbo de café ya helado y se retiró de la biblioteca. Caminó despacio por el parque, entendiendo que desde ahora estaba condenada a ser sólo ella, quien en silencio, entendiera el verdadero significado de ese texto que estaba siendo éxito de ventas en todo el país.
No sabía qué hacer, las librerías estaban cerradas y necesitaba comprar un regalo, esa noche celebrarían 10 años juntos. No podía llegar sin regalo, no podía tampoco explicarle que en la mañana, su intención era regalarle el libro AMAPOLA, pero que ahora ya no estaba tan segura...
El autor del libro... quizas ya lo conocía, porque de un momento a otro, AMAPOLA lo había lanzado a la fama dejando de ser un desconocido, tal como se lo había prometido...
"Él siempre escucha las noticias...seguro que ya ha oído su nombre, seguro me comentará algo del libro"... pensó.
"Qué tonta, quizás lo debería haber comprado antes... quizás nunca debería haber entrado a la biblioteca para ver cómo era, para ver si era de su gusto... quizás ya no sea una buena idea hablarde de AMAPOLA....” pensaba confundida, mientras al otro lado de la calle, él la esperaba para celebrar, con un ramo de rosas blancas.