Como todas las noches al llegar a casa, él sirvió la comida. Posó el plato frente al rostro sonriente de su mujer y le contó cómo le había ido en el trabajo. Ella lo miraba con esos ojos que él conocía de memoria. Cuando ya no quedaba nada en su plato y pensó en el postre, recordó que había comprado uvas verdes en la esquina, de esas que tanto le gustan a ella. Pensó en pararse para ir a buscarlas pero dudó: no le gustaba dejar sola a su mujer en la mesa. Entonces imaginó la uva y no se aguantó las ganas de sorprenderla. -Dame un minuto- le dijo y se levantó tan rápido que una leve brisa hizo que el móvil de pequeños pájaros de mimbre que adornaba la lámpara del comedor, se moviera. Cuando volvió con las uvas, la sonrisa de su mujer ya no existía. La fotografía había caído dentro de la sopa y el papel antiguo se había casi deshecho. Entonces él tomó la cuchara, juntó cada uno de los pedacitos y pensó – las fotos se arruinan con el paso del tiempo, hoy se cumplen 20 años.
1 comentario:
Al final, nos sorprendes y emocionas.
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