
De inmediato, sus canciones nos cautivaron a todos...
Mi madre las tarareaba a pesar de no entender mucho el idioma, al igual que mi padre, aunque debo reconocer que él lo hacía un poco mejor. En cuanto a mis dos hermanos y a mi, lograbamos cantar sin problemas las canciones, lo que nos permitía reirnos cruelmente de nuestros padres, quienes a diferencia de nosotros no habían estudiado en un colegio francés.
Es así como Cabrel pasó a formar parte de la familia y sin quitarle el trono a Silvio, nos acompañó camino al colegio, en las vacaciones al sur, en los asados los domingos, en la micro cuando íbamos a la universidad, mientras estudiábamos e incluso más de una vez fue la música de fondo mientras pololeábamos.
Hoy, lo escucho en mi casa y a pesar de que todas las canciones me recuerdan algún momento especial, hay una que no dejo de cantar en la ducha: Carte Postale.
No sé exactamente la razón por la que tanto me gusta, pero con los años he entendido que quizás se deba a que la imagen de una carta postal olvidada sobre un buffet, en medio de un lugar abondanado, donde abunda el silencio, la oscuridad, las cortinas sucias y el polvo, me intriga enormemente.
Preguntas como ¿qué dirá esa carta? o ¿quién la habrá escrito? son inevitables cada vez que escucho o canto esa canción. Quizás algún día imagine sus palabras con la esperanza de rescatarla del abandono en que Cabrel la dejó inmortalizada en una de sus canciones...