2 de octubre de 2006

Un Seul Mot pour Toujours...

Aunque tus palabras se pierdan en olvidos,
y tu mirada intente la oscuridad,
te confieso que basta una palabra, una sonrisa, una caricia,
para arrancarme de la incipiente soledad.

Con giros casi humanos y tonos hilarantes,
acepto danzar contigo este sueño sin escalas,
en el que susurro que disfruto...
y que no temo renunciar...

...a caer y a contar...

Continúo con movimientos tibios, de acordeones sin control,
me acerco gritando a la locura de tu vida,
y en tu pecho encuentro el refugio de los dos,
bailamos y bailamos, atrincherados por miradas.

Te detienes y me dices:
“Tus caprichos, andanzas, sueños y temores,
siempre han sido de los dos,
intentamos y logramos hacer de ésta nuestra vida,
en la que hoy danzas por amor.”

Dejo escapar más de una palabra y un poema,
para siempre y para ti,
cuando en menos de un giro, ya cansados de reír,
escucho de tus labios, una palabra para mi.

No son poemas ni promesas, las que posas sobre mi,
es tu alma la que escucho, ya muy cerca y sin mentir;
una palabra para siempre es lo que queda para mi,
cuando veo que es tu mano la que intenta descubrir.

Queda una sola vuelta y yo aferrada a tu cintura,
respiro cada estrella, regalada con palabras,
esa vez cuando sin pensarlo, me invitaste a danzar,
este baile delirante que hoy vivimos de verdad.

20 de septiembre de 2006

AMAPOLA 55

Llevaba una hora sentada en la biblioteca. Simulaba estudiar, pero cada vez que intentaba beber un sorbo de café, sus manos temblorosas la delataban. Ya casi no podía respirar, la ansiedad la estaba ahogando. Habían pasado ya más de 15 años...

Sostenía apenas el libro entre sus manos sudorosas, pero apretaba con fuerza, pues no quería que se cayera... menos aún derramar el café en la mesa.

Cuando pudo abrir el texto eran ya las 18:50. Rápidamente, posó su vista sobre la primera hoja y simuló leer, leer, leer.... Fueron más de 50 páginas que recorrió velozmente aparentando entender, a ratos, incluso se detenía para tomar notas...

Desde afuera, la escena parecía normal, sin embargo, ella sabía que todo era una excusa.

De pronto, su mirada se detuvo en seco al chocar con aquella palabra. Luego, vino un vacío eterno que se llenó poco a poco a medida que leía en silencio y sin parar, más de cien veces la misma palabra. Volvió a tomar aire....

No supo cuándo fue que cerró los ojos para descansar, para soñar.... "Pero no... no puedo soñar.. menos aún recordar...” se decía.

El resto del texto ya casi no importaba y los falsos apuntes se transformaron en dibujos sin sentido que taparon cualquier intento de estudio... de olvido.

Se negaba a abrir los ojos, mientras sus manos sobre su cara permanecían heladas de tanto dolor. No quería mirar el número de la página en que aquella palabra había sido escrita.

“No puede ser, no puede ser...” repetía mientras entre sus dedos aparecía lentamente la figura de aquél número... 55...

“No podía ser de otra manera” pensó resignada. Luego, volvió a mirar el texto y leyó nuevamente la palabra “AMAPOLA”, aquél bello nombre de flor, que alguna vez significó mucho más que eso.... no pudo evitar llorar.

Lloraba en silencio para que nadie se enterara de su dolor, de su error, de su secreto. Cuando quedó sin lágrimas, tomó aire, se incorporó en la silla, bebió un poco de café y dijo en voz alta “Debe ser sólo una coincidencia...” pero ni ella ni el anciano que estaba a su lado, creyeron aquella afirmación.

“Las coincidencias no existen ‘mijita’” se limitó a responder el anciano, mientras ella recordó aquella frase: “Es el destino...”

De pronto, su vida cambiaba por un número, por una palabra.... y las posibilidades volvían a ser insoportables. “¿Dónde estará?” “Quizás es sólo coincidencia”, se repetía en silencio intentando acallar los sentimientos y calmar su corazón que a esas alturas parecía querer volar hacia el pasado...

Intentaba razonar, pero la palabra “AMAPOLA” y el número de la hoja "55", se marcaban a fuego en su memoria, inmovilizándola, abatiéndola sobre el texto y haciéndola creer que estaba viviendo una ficción, una leyenda, quizás una vida equivocada.

¿Cómo era posible que él, irrumpiera sin aviso en su vida, cumpliendo ahora su promesa?
Cuando le dijo no le creyó...
... Escribir un libro para ella, cuyo título fuera la misma palabra que ahora encontraba en la página 55... era parte del sueño, del juego, del pasado, de lo imposible.

Eran las 21:00 horas cuando cerró el texto, suspiró largamente, bebió el último sorbo de café ya helado y se retiró de la biblioteca. Caminó despacio por el parque, entendiendo que desde ahora estaba condenada a ser sólo ella, quien en silencio, entendiera el verdadero significado de ese texto que estaba siendo éxito de ventas en todo el país.

No sabía qué hacer, las librerías estaban cerradas y necesitaba comprar un regalo, esa noche celebrarían 10 años juntos. No podía llegar sin regalo, no podía tampoco explicarle que en la mañana, su intención era regalarle el libro AMAPOLA, pero que ahora ya no estaba tan segura...
El autor del libro... quizas ya lo conocía, porque de un momento a otro, AMAPOLA lo había lanzado a la fama dejando de ser un desconocido, tal como se lo había prometido...
"Él siempre escucha las noticias...seguro que ya ha oído su nombre, seguro me comentará algo del libro"... pensó.
"Qué tonta, quizás lo debería haber comprado antes... quizás nunca debería haber entrado a la biblioteca para ver cómo era, para ver si era de su gusto... quizás ya no sea una buena idea hablarde de AMAPOLA....” pensaba confundida, mientras al otro lado de la calle, él la esperaba para celebrar, con un ramo de rosas blancas.

3 de septiembre de 2006

Caída

Tu presencia esquiva, reflejando el ayer,
tus palabras mudas, anhelando conocer.

Intento no decirlo, no besarte y no caer,
tu voz se ha vuelto tibia, suave... a ratos dulce.

Al otro lado yo, desafiante y sin miedo,
viviendo de momentos que robé o que soñé.

De pronto... mi Corazón en llamas,
en silencio... es un sueño.

Fueron años alma, húmedos y eternos,
Esperando tu llegada, tu mirada, una palabra.

Hoy ganas la batalla, la guerra y este juego.
Dejas mi corazón en llamas, vivo y sin recuerdos.

Escucho en el silencio, espero no caer,
no decir y no querer.

Ya es tarde y ahora cuento...
1....2....3....4....5....

Cae el silencio...

No hay palabras y no hay encuentro,
sólo mi Corazón en llamas,
intentando no caer.

22 de agosto de 2006

Tu Lugar

Tu lugar es entre risas, lágrimas e ironías,
al medio de un navío y arriba de una nube,
encima del mundo intentando detenerlo,
cantando sin temor y arrepentido de palabras.

Insoportablemente tierno, atractivo y delirante
con dos ojos puestos en un árbol, una hoja o semilla,
a veces sobre un almendro, a ratos en un nogal
entre el mar y la cordillera, al borde del cielo...

esperando...

Tu lugar es entre sueños, bajo el sol y sobre el tiempo,
siempre atento a las pisadas y ajeno a la melodía,
risueño entre dientes, en un camino de juguetes,
ansioso y felíz, pero a ratos desesperado.

Ahí es donde estás, te prometí que lo diría...
arriba del mundo esperando detenerlo...

10 de agosto de 2006

El Destierro

Le faltaba el aire. Abría y cerraba los ojos a una velocidad insospechada. Sus manos comenzaban a sudar helado. Se quedó mudo.

En un segundo, dejó las lágrimas en el olvido, secó con su puño cada gota que empapaba su cara y convirtió su llanto en silencio. Eran recién las 7 de la mañana. Ella aún dormía y su deber era avisarle... Pero ni siquiera lo pensaba todavía. Estaba demasiado impactado.

Llevaba 10 años esperando este momento. “Toda una vida”, le había dicho alguien una vez para su cumpleaños. Sus días pasaban rápido repitiendo la misma frase. “Quiero ir, quiero ir, quiero ir”... decía. Lo único que sabía era que estaba lejos... “No es justo”, pensaba.

El tono de su ruego diario era neutro, como si fuese un conjuro, que mientras más lo repetía, más posibilidades tenía de que se cumpliera.

Su plegaria se escuchaba desde que abría los ojos. Finalizaba al atardecer. Iba acompañada de un llanto sordo que lo desgarraba, lo cegaba y lo hacía caer rendido a la cama.

En esos momentos... llegaba Ella, con sus manos llenas de amor y comprensión, para consolarlo... besarlo... acariciarlo...darle amor... Sin preguntar nada.

Luego, venían los sueños, en los que se divisaba ahí, con ella, abrazándola, sintiéndola. Todo lo que tenía era una foto en blanco y negro, donde imaginaba su pelo negro y su vestido azul. Su color favorito. “Es tan linda”, suspiraba cuando la miraba a escondidas.

No podía pensar en otra cosa. Estaba condenado... tenía que ir a verla.

Tomó aire. Cogió de la silla su chaqueta de jeans con chiporro, esa que había elegido ayer con Ella en la tienda. De pronto, la recordó durmiendo, inocente y cansada.

“No, no puedo contarle”, pensó. “Me mataría”, dijo con pena. Desde un principio el trato había sido que ella no podía saberlo. “No lo entendería jamás”, “Se iría de la casa”, “nunca más dormiría contigo”, “nunca más la verías”, le había dicho.

Permanecía inmóvil. Sumergido en recuerdos. De pronto, desde le puerta, él le gritó: “Apúrate”, “¿o es que ahora te arrepentiste y ya no quieres ir?”.

De inmediato volvió en sí. Ya no le importó que Ella durmiera, que Ella no supiera...

Se abrochó la chaqueta. Buscó en su bolsillo la foto arrugada. Ésa que guardaba en su billetera. Ésa donde salía sonriendo, con una guitarra en sus manos y una sonrisa que le encantaba.
Cerró la puerta... despacio, para no despertarla.

Él lo miró y sonrió en silencio, sin que él lo viera. La idea no le gustaba mucho pero lo vio tan feliz que no dudó en tomar su pequeña mano y llevarlo a conocer a la mujer de la foto. Ésa que una vez había amado con locura. Que lo había engañado y que su madre había desterrado.

Tenían suerte porque ahora... Ella dormía.

31 de julio de 2006

Un Café con azúcar

Sus pasos destruían armoniosamente cada hoja. Su mirada, mezcla de tristeza y desesperanza, pedía a gritos una salida, o más bien un comienzo. Pensaba en muchas cosas, en la fragilidad y fugacidad de la vida, en las malas jugadas y en el amor...

Hace sólo dos minutos era feliz y ahora, no le quedaba nada más que su sombra. Cada paso era infinito. Le hacía sentir el peso de la tristeza sobre sus hombros.

De pronto, cerró los ojos. Por un momento, volvió al lugar donde todo había empezado. Soñaba las escenas en blanco y negro. Aquél formato le acomodaba. Le permitía imaginar los colores, para dar sentido y carácter a las imágenes según su estado de ánimo.

Fueron dos segundos de oscuridad absoluta, luego divisó su escritorio, un lugar estrecho. Una pequeña ventana le permitía ver todas las mañanas a dos niños despedirse de su madre para ir al colegio...

Repentinamente, abrió los ojos. Hacía dos meses que ya no veía a los niños... quizás se cambiaron de casa... Era lo más probable, el lugar era bastante ruidoso.

Volvió a cerrar los ojos, pero esta vez se sentó en una banca. No quería chocar con alguien o caer en algún otro hoyo. El Parque Forestal estaba lleno de obstáculos...

Volvió a divisar su escritorio, la ventana y las carpetas arrumbadas en una esquina. Cuando llegó a su computador, recordó un papel que él mismo había pegado esa mañana en la pantalla para no olvidar una reunión a las 17:00 horas.

Abrió los ojos. Miró la hora. Eran las 16:55, pero ya no importaba. Volvió a soñar en blanco y negro. Esta vez, vio a sus compañeros, algunos eran buenos amigos. Tomaban juntos café dos veces al día mientras intentaban arreglar el mundo. Quizás ya no los volvería a ver. Seguramente no, después de lo ocurrido hoy.

No quería seguir con los ojos cerrados. Sabía que era inevitable revivir ese momento. Tampoco quería abrirlos y mirar su reloj, ver que ya eran las cinco de la tarde y él en el parque, con su maleta y traje azul.

La escena era nítida. Él, preparando un café. Ella, sonriendo a su lado... coqueta, malvada, peligrosamente encantadora. Era todo tan real que lo único que lo retenía en la fantasía era la ausencia de colores.

Revivió la manera en que ella le ofrecía azúcar y lo invitaba a caer. Él siempre la quiso, a pesar de que intentaba no hacerlo. Ella, con sus gestos, su mirada y su ternura se había encargado de que la quisiera con locura.

Sólo quería preparar un café, pensaba mientras repetía con rabia y en silencio lo imposible que fue no aceptar el azúcar de sus manos. A su amigo no le gustaba la sacarina.

Revivió el momento exacto. Él aceptando el azúcar, dejándola sobre la mesa. Ella con su mirada tierna invitandolo a besar. Él tomándola de la cintura ... fue imposible no besarla, sentir sus labios, su ternura, su calor...

Abrió los ojos bruscamente. Se paró de la banca. Miró algunas parejas que caminaban de la mano por el parque y siguió caminando. Había perdido su escritorio, la ventana, su trabajo, pero había perdido también a un compañero, a un amigo, a su amigo.

Si tan sólo se hubiese negado a llevarle una taza de café. Pero eran tan amigos. Si se hubiese resistido a ella, tal como lo venía haciendo desde hacía más de cinco años. Si tan sólo él no los hubiera visto...

Si ella lo hubiera elegido a él y no a su amigo... hoy no estaría en el parque, hoy sería feliz.

24 de julio de 2006

¡Quién lo diría!

Blanca Nieves y El Tao Tao


Quiero compartir con ustedes este video de Blancanieves...¡¡¡relamente está buenísimo!!! ¡Los enanitos son secos!

Ojalá que lo disfruten... y les aseguro que luego de verlo, les será difícil no cantar el Tao Tao a lo menos unas horitas jejejejeje

14 de julio de 2006

Entre Carros

Era casi un ritual. Ocurría de lunes a viernes en Baquedano cerca de las 7:30. Él, al otro lado del andén, comenzaba buscando algo en su bolsillo. Era siempre un papel, quizás el mismo. Lo abría para mostrarlo apoyándolo contra su pecho. Yo, rozando la línea amarilla, intentaba descifrar entre carro y carro qué estaba escrito. 7:35 y todo acababa. Él subía al metro, guardaba las palabras en su bolsillo y yo continuaba mi camino. Pasaron cuatro meses. Viernes, 7:30. Él busca su papel, lo muestra y descubro: “El que lee es tonto”.

28 de mayo de 2006

Una canción


El nombre de este Blog se lo debo a Francis Cabrel, un cantante francés que sin querer conocí en el segundo piso de la casa en La Reina, cuando mi padre nos pidió que escucháramos con atención la musica que la tía Porota nos había traído de regalo desde París, donde vivía hacía más de veinte años.

De inmediato, sus canciones nos cautivaron a todos...

Mi madre las tarareaba a pesar de no entender mucho el idioma, al igual que mi padre, aunque debo reconocer que él lo hacía un poco mejor. En cuanto a mis dos hermanos y a mi, lograbamos cantar sin problemas las canciones, lo que nos permitía reirnos cruelmente de nuestros padres, quienes a diferencia de nosotros no habían estudiado en un colegio francés.

Es así como Cabrel pasó a formar parte de la familia y sin quitarle el trono a Silvio, nos acompañó camino al colegio, en las vacaciones al sur, en los asados los domingos, en la micro cuando íbamos a la universidad, mientras estudiábamos e incluso más de una vez fue la música de fondo mientras pololeábamos.

Hoy, lo escucho en mi casa y a pesar de que todas las canciones me recuerdan algún momento especial, hay una que no dejo de cantar en la ducha: Carte Postale.

No sé exactamente la razón por la que tanto me gusta, pero con los años he entendido que quizás se deba a que la imagen de una carta postal olvidada sobre un buffet, en medio de un lugar abondanado, donde abunda el silencio, la oscuridad, las cortinas sucias y el polvo, me intriga enormemente.

Preguntas como ¿qué dirá esa carta? o ¿quién la habrá escrito? son inevitables cada vez que escucho o canto esa canción. Quizás algún día imagine sus palabras con la esperanza de rescatarla del abandono en que Cabrel la dejó inmortalizada en una de sus canciones...