14 de julio de 2006

Entre Carros

Era casi un ritual. Ocurría de lunes a viernes en Baquedano cerca de las 7:30. Él, al otro lado del andén, comenzaba buscando algo en su bolsillo. Era siempre un papel, quizás el mismo. Lo abría para mostrarlo apoyándolo contra su pecho. Yo, rozando la línea amarilla, intentaba descifrar entre carro y carro qué estaba escrito. 7:35 y todo acababa. Él subía al metro, guardaba las palabras en su bolsillo y yo continuaba mi camino. Pasaron cuatro meses. Viernes, 7:30. Él busca su papel, lo muestra y descubro: “El que lee es tonto”.