22 de agosto de 2006

Tu Lugar

Tu lugar es entre risas, lágrimas e ironías,
al medio de un navío y arriba de una nube,
encima del mundo intentando detenerlo,
cantando sin temor y arrepentido de palabras.

Insoportablemente tierno, atractivo y delirante
con dos ojos puestos en un árbol, una hoja o semilla,
a veces sobre un almendro, a ratos en un nogal
entre el mar y la cordillera, al borde del cielo...

esperando...

Tu lugar es entre sueños, bajo el sol y sobre el tiempo,
siempre atento a las pisadas y ajeno a la melodía,
risueño entre dientes, en un camino de juguetes,
ansioso y felíz, pero a ratos desesperado.

Ahí es donde estás, te prometí que lo diría...
arriba del mundo esperando detenerlo...

10 de agosto de 2006

El Destierro

Le faltaba el aire. Abría y cerraba los ojos a una velocidad insospechada. Sus manos comenzaban a sudar helado. Se quedó mudo.

En un segundo, dejó las lágrimas en el olvido, secó con su puño cada gota que empapaba su cara y convirtió su llanto en silencio. Eran recién las 7 de la mañana. Ella aún dormía y su deber era avisarle... Pero ni siquiera lo pensaba todavía. Estaba demasiado impactado.

Llevaba 10 años esperando este momento. “Toda una vida”, le había dicho alguien una vez para su cumpleaños. Sus días pasaban rápido repitiendo la misma frase. “Quiero ir, quiero ir, quiero ir”... decía. Lo único que sabía era que estaba lejos... “No es justo”, pensaba.

El tono de su ruego diario era neutro, como si fuese un conjuro, que mientras más lo repetía, más posibilidades tenía de que se cumpliera.

Su plegaria se escuchaba desde que abría los ojos. Finalizaba al atardecer. Iba acompañada de un llanto sordo que lo desgarraba, lo cegaba y lo hacía caer rendido a la cama.

En esos momentos... llegaba Ella, con sus manos llenas de amor y comprensión, para consolarlo... besarlo... acariciarlo...darle amor... Sin preguntar nada.

Luego, venían los sueños, en los que se divisaba ahí, con ella, abrazándola, sintiéndola. Todo lo que tenía era una foto en blanco y negro, donde imaginaba su pelo negro y su vestido azul. Su color favorito. “Es tan linda”, suspiraba cuando la miraba a escondidas.

No podía pensar en otra cosa. Estaba condenado... tenía que ir a verla.

Tomó aire. Cogió de la silla su chaqueta de jeans con chiporro, esa que había elegido ayer con Ella en la tienda. De pronto, la recordó durmiendo, inocente y cansada.

“No, no puedo contarle”, pensó. “Me mataría”, dijo con pena. Desde un principio el trato había sido que ella no podía saberlo. “No lo entendería jamás”, “Se iría de la casa”, “nunca más dormiría contigo”, “nunca más la verías”, le había dicho.

Permanecía inmóvil. Sumergido en recuerdos. De pronto, desde le puerta, él le gritó: “Apúrate”, “¿o es que ahora te arrepentiste y ya no quieres ir?”.

De inmediato volvió en sí. Ya no le importó que Ella durmiera, que Ella no supiera...

Se abrochó la chaqueta. Buscó en su bolsillo la foto arrugada. Ésa que guardaba en su billetera. Ésa donde salía sonriendo, con una guitarra en sus manos y una sonrisa que le encantaba.
Cerró la puerta... despacio, para no despertarla.

Él lo miró y sonrió en silencio, sin que él lo viera. La idea no le gustaba mucho pero lo vio tan feliz que no dudó en tomar su pequeña mano y llevarlo a conocer a la mujer de la foto. Ésa que una vez había amado con locura. Que lo había engañado y que su madre había desterrado.

Tenían suerte porque ahora... Ella dormía.